El ácido fluorhídrico es un elemento químico cada vez más utilizado en la salud bucal. Su uso permite aumentar exponencialmente la efectividad de los adhesivos sanitarios empleados en la odontología. Es especialmente útil para la aplicación en determinados materiales, como la porcelana.
Con una mayor adherencia, las caídas y reparaciones necesarias se reducen de forma notable. El ácido fluorhídrico está basado en el fluoruro de hidrógeno, una solución corrosiva con múltiples aplicaciones. ¿Cómo se utiliza este químico? ¿En qué concentraciones? ¿Y cómo prevenir riesgos al manipularlo?
Abordamos todas estas cuestiones a continuación.
Ácido fluorhídrico en el sector de la salud dental
Esta sustancia reacciona sobre el vidrio y la cerámica. Corroe, a nivel microscópico, las caras lisas del material. Esto da como resultado una multiplicación de la superficie de adherencia. Se abren surcos milimétricos que, sin perjudicar la durabilidad ni resistencia del objeto, consiguen que permanezca unido por más tiempo y de forma más fiable.
Es de especial utilidad en:
- Las coronas cerámicas que no contengan metal.
- Los soportes de los brackets.
- Carillas estéticas de porcelana.
- Las incrustaciones onlay e inlay.
No obstante, al ser un químico tan delicado, conviene tener mucha precaución antes de utilizarlo. Sus posibles reacciones frente a los diferentes tipos de cerámica dental es un factor crucial.
El fluoruro de hidrógeno es idóneo para aumentar la rugosidad de las cerámicas feldespáticas. Las aluminosas y las de circonio, por otra parte, requieren un tratamiento diferente.
El ácido fluorhídrico y su formulación química
Es una sustancia sensible, la cual puede generar complicaciones en las operaciones dentales si no se maneja con tino. En cualquier caso, su concentración máxima ronda las 2 partes por millón, es decir, entre un 5 % y un 20 % sobre el total de líquido.
Se almacena en frío, ya que tiene un punto de ebullición de solo 20 grados. Dada su particularidad, no reacciona con el plástico, pero sí con metales como el aluminio y el zinc. Otras consideraciones a tener en cuenta son:
- Formato: En bote o en jeringuillas. Estas últimas suelen tener una capacidad en torno a 3,5 ml cada una. En este formato la concentración estará más cerca del 20 %, mientras que en bote tenderá a ser menor.
- Tixotropía: Para distinguir un producto de alta calidad, es preciso estudiar su viscosidad. Esta ha de ser líquida cuando se agita y más firme cuando se aplica en una superficie. De esta forma, se consigue una mayor adherencia y se minimiza el riesgo de derrame.
- Color: Puede encontrarse en multitud de tonalidades, si bien esto es irrelevante en cuanto a su composición. Lo más importante es que pueda diferenciarse con facilidad de la superficie en la que se aplique.
- Líquido o gel: Es posible encontrar el ácido fluorhídrico en ambas posibilidades, en función del uso que se le dará.
- Tiempo de aplicación: Los odontólogos recomiendan que el ácido se mantenga en contacto con la pieza no más de 3 minutos. Un tiempo superior redundaría en un deterioro del material.
- Posibles quemaduras: El fluoruro de hidrógeno es una sustancia que entraña un grave riesgo para la salud. La manipulación con barreras de seguridad físicas es de obligado cumplimiento. En caso de que entre en contacto con la piel, es imprescindible tener a mano gel de gluconato de calcio para aplicar en un primer momento.
El ácido fluorhídrico y su aplicación en la salud dental trajo consigo múltiples beneficios. Las piezas de porcelana duran mucho más en la boca de los pacientes, lo que mejora su calidad de vida.
Además, consigue que las visitas para reparación o recolocación se espacien en el tiempo. Se trata de un químico sencillo con grandes aplicaciones en cerámica odontológica.